Hacia 1920, algunas personas diseminadas por todo el mundo acercaban sus oídos a un extraño artefacto mezcla de cobre y galena, e intentaban atrapar el furtivo sonido de voces o músicas lejanas. Era el umbral de lo que más tarde sería un medio de comunicación ampliamente difundido que fue creciendo hasta alcanzar un papel relevante en la historia de este siglo: la radio. Fue Guillermo Marconi (1874-1937) quien convirtió las experiencias de telegrafía sin hilos en un negocio de alcances mundiales que incluyó muy pronto a la radio y a la radiotelefonía.
En la Argentina, la nueva era la inició en 1897 el físico e ingeniero italiano Teobaldo J. Ricaldoni, que realizó transmisiones radioeléctricas como las que se sucedían en diversos lugares del mundo. Razones de seguridad invocadas durante la Primera Guerra Mundial frenaron el desarrollo de la radio en nuestro país. Pero, en 1919, quince radioaficionados argentinos reinstalaron sus antenas y retomaron sus auriculares.
Fueron esos locos de la azotea, como se los llamaba, quienes -con el nombre de Sociedad Radio Argentina- iniciaron la radiodifusión mundial el 27 de agosto de 1920, con una antena instalada en las inmediaciones del antiguo teatro Coliseo. Por los escasos veinte aparatos existentes en la ciudad se pudo escuchar en vivo la ópera Parsifal, de Richard Wagner. En pocos meses, las audiciones se realizaban alternativamente desde los teatros Coliseo, Colón y Odeón. Pasaban además de música, discos, noticias, recitados, propaganda y actuaciones en vivo.
En la fotografía, uno de los pioneros, el Ingeniero Guillermo Marconi.
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